domingo, 28 de octubre de 2012

De Suresnes a la Moncloa


En esta señalada efemérides, no en vano se cumplen ya 30 años, he creído oportuno dedicar una entrada en este nuestro blog a poner en negro sobre blanco aquel momento histórico.

La transcendencia de aquel momento que ya la refleje en la tercera entrada de este blog se debe a que, según la inmensa mayoría de historiadores desde una perspectiva política no estrictamente institucional, la transición  concluye en aquella jornada electoral del jueves 28 de octubre de 1982 con la victoria (la más holgada de nuestra democracia, 202 escaños) del Partido Socialista Obrero Español que supuso un indudable y significativo cambio político y la consumación de la alternancia en el poder.

Suresnes, un inicio inesperado

El trayecto se había iniciado aquel 13 de octubre de 1974. Ese día en un pequeño municipio pegado a París que responde al nombre de Suresnes, se clausuraba el XIII Congreso del PSOE. En aquel momento el partido de Pablo Iglesias contaba con poco más de 2.500 militantes, acaba de salir de una grave y dolorosa escisión y tenía sólo un relativo respaldo de la Internacional Socialista. Además, los dirigentes surgidos de aquel congreso clandestino eran prácticamente desconocidos en los medios de la oposición antifranquista de Madrid, donde la Junta Democrática mantenía una hegemonía indiscutible e indiscutida.  

Por tanto, resultaba verdaderamente difícil sospechar que precisamente, en aquel acto celebrado en el teatro municipal Jean Vilar de Suresnes, se iniciaba la carrera que iba a llevar al PSOE a dirigir España desde el Palacio de la Moncloa en el breve espacio temporal de ocho años.

Octubre del 82, el momento había llegado

La caravana socialista, formada por dos autobuses alquilados que habían sido utilizados por las selecciones de Perú y Austria en el reciente mundial de fútbol (la imagen del torneo era la del bullicioso presidente Sandro Pertini celebrando el triunfo de la escuadra italiana de  una forma tan espontánea  que logró ganarse la admiración y el afecto de los aficionados), se puso en marcha el 1 de octubre. Con el consentimiento de Felipe González y la aprobación de Alfonso Guerra, se diseñaron las rutas a seguir por el mapa de España para cumplir con los 49 mítines programados. 

Especialmente emotivos resultaron los mítines de Madrid y Sevilla. En el primero, González apeló al principio de igualdad de oportunidades. “Quiero que sepáis, los que vivís aquí en Madrid, que un niño que nace en cualquier zona rural tiene veintitrés veces menos oportunidades de llegar a ser universitario que cuando nace en el seno de una familia acomodada en Madrid”,  con estas palabras se dirigió a un auditorio de medio millón de personas que gritaban y aplaudían como si se les estuviese invitando a inaugurar de nuevo la historia. En el segundo mitin, el de Sevilla con el que se cerró la campaña,  a Felipe lo esperaba Alfonso Guerra que le precedió en el uso de la palabra. La alocución de ambos resulto verdaderamente emotiva. Felipe subrayó las palabras de Alfonso a quien calificó como su amigo de siempre.

La escalada había sido dura, pero no muy larga. En apenas poco más de ocho años iban a pasar de la clandestinidad al poder.

El día 27, en la jornada de reflexión el Rey convocó a Leopoldo Calvo Sotelo, presidente en funciones, Felipe González, Manuel Fraga, Laudelino Lavilla, Adolfo Suarez, Santiago Carrillo y Miguel Roca a una reunión en el Palacio de la Zarzuela. Juan Carlos I quería ejercer en aquellos momentos importantes el papel crucial de moderador y árbitro que le daba la Constitución.  Eran tiempos difíciles, los servicios secretos habían acabado de abortar un golpe de Estado programado para ese día por la ultraderecha. El miedo y la esperanza parecían hermanos siameses, aunque dominaba la esperanza porque se escondía el miedo.

Al día siguiente, a las 20.50 de la tarde Alfonso Guerra telefoneó desde el cuartel general del PSOE instalado en la calle Bravo Murillo al chalet a las afueras de Madrid en el que se encontraban Felipe y el resto de sus principales colaboradores. Julio Feo descolgó el teléfono y fue cuando Guerra pronunció la frase: “Pásame con el Presidente”. Guerra le dijo “Presidente, hemos obtenido 202 diputados”. Al oírlo Felipe ni se inmutó, no movió un solo músculo ni cambio su tono de voz. A su alrededor los esforzados colaboradores de la ruta de los veinte mil kilómetros se felicitaban y abrazaban. Felipe no quiso descorche de cava ni gran celebración. Había transitado del sentido de la responsabilidad al mismo sentido de la responsabilidad.

Aquella noche, todos se fueron a dormir pensando en las enormes tareas que les aguardaban. No en vano, Ortega y Gasset al analizar los males de la sociedad española en 1920 profetizaba que “si España quiere resucitar es preciso que se apodere de ella un apetito de todas las perfecciones”.

 

viernes, 12 de octubre de 2012

Hispanidad, Identidad y Nacionalismo


Introducción
Antes de abordar el asunto que nos ocupa, permitirme mis estimados lectores que les pida disculpas doblemente. Primero, por estas semanas en las que no he publicado nada  y segundo, por saltarme el orden que les dije. (Sigo trabajando en los artículos “Algemesí, un poble i dues muixeranges”, “The best eleven footballers I’ve ever watched” y “Las religiones, los mitos y sus consecuencias en las tribus y sociedades”).

No obstante hoy, en vista de los últimos acontecimientos acaecidos y de lo señalado de la fecha he decido abordar la cuestión que refleja el título de este epígrafe.

Sobre la hispanidad, la identidad y el nacionalismo.

La R.A.E define Hispanidad como “Carácter genérico de todos los pueblos de lengua y cultura hispánica. Conjunto y comunidad de los pueblos hispánicos”. Por tanto, este concepto o idea se asocia a la llegada de los primeros españoles a América. Este hecho se produjo el 12 de octubre del año cristiano de 1492.

Actualmente, el término Hispanidad refiere a aquellos países cuyas culturas (lenguas, tradiciones, costumbres y usos sociales) están entroncadas directamente con la cultura que ha evolucionado en la Península Ibérica desde la etapa pre – Románica. De hecho, algunos autores consideran a mi parecer acertadamente la inclusión de los países lusófonos en el término Hispanidad ya que Lusitania formaba parte de la vieja Hispania.

Así pues, estamos por tanto ante un concepto supranacional que une distintas culturas que están claramente enraizadas en un origen común, a  tenor de los elementos comunes que componen éstas.

Por otro lado, la propia RAE nos define Identidad  como “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”. Es decir, el agregado o la amalgama de valores, tradiciones, creencias, símbolos, orgullos y pautas de comportamiento que funcionan como elementos de cohesión dentro de un grupo social que posibilitan a los individuos que lo integran, el fundamentar su sentimiento de pertenencia del que hacen parte a la diversidad al interior de las mismas en respuesta a los intereses, códigos, normas y rituales que comparten dichos grupos dentro de la cultura dominante. Según Bergen y Luckman es “un fenónemo que surge de la dialéctica entre el individuo y la sociedad”.

Respecto al Nacionalismo, este es definido por la R.A.E como “el apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece. La Ideología que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a sus ciudadanos, y en la que se fundan aspiraciones políticas muy diversas. Aspiración o tendencia de un pueblo o raza a tener una cierta independencia en sus órganos rectores.

En base a estas tres definiciones totalmente objetivas y asépticas, opino (igual me equivoco) que queda bastante claro cuál de los tres conceptos presenta un menor grado de inclusión y es por tanto, más excluyente. Asimismo también se manifiesta claramente el distinto grado en que los valores de solidaridad y empatía están intrínsecamente presentes en cada uno de los tres conceptos.

Para finalizar añadiré que noticias como la que publicaba El País el otro dia “Escocia votará en 2014 sobre su independencia” me resultan un poco preocupantes. Doy por válido, lícito y perfectamente  correcto que, como afirman mucha gente (amigos míos algunos de ellos), en democracia todo pueblo tiene derecho a decidir lo que quiere ser, pero de prosperar la iniciativa nacionalista e independentista escocesa puede convertirse en un peligroso antecedente que genere el auge de una corriente independentista en varias zonas de nuestro continente. Esto derivaría en una etapa involucionista en Europa y un retorno a la "geografía medieval" con multitud de naciones - estado / feudos y potenciales conflictos cainitas entre ellos. Con esto, como ya sucediera en la Edad Media se incrementaría enormemente la posibilidad de que la civilización europea se sumergiera en una etapa de oscurantismo mientras que otras civilizaciones coparían de nuevo la hegemonía global.