lunes, 30 de diciembre de 2013

¿Qué está ocurriendo en Cataluña?

Estimados lectores, demasiado tiempo desde la última entrada. Por supuesto me gustaría publicar con más asiduidad pero desgraciadamente como le oí decir una vez a Jaume Sisa “en esta vida no hay nada más valioso que tener tiempo libre y poder perderlo”. De ahí, que de un tiempo a esta parte ande escaso de tiempo y a la vez superado por la presente agitación que nos acecha diariamente.

De mi actualidad, decir que vivo obligadamente exiliado en Cataluña por circunstancia de índole laboral y que esto me permite tener de primera mano una visión de la realidad social de un pueblo, el catalán, que atraviesa uno de los momentos más convulsos y a la vez decisivos de su reciente historia.

Anteriormente, había explicado que el nacionalismo organiza la comunidad en la que arraiga en base a una fidelidad excluyente con los que no aceptan las reglas impuestas por los nacionalistas. En la actualidad asistimos a un conflicto entre el nacionalismo catalán, tradicionalmente histórico económico y sostenido por una burguesía económico empresarial y el nacionalismo español de corte centralista.
A día de hoy veo con preocupación cómo crece el recelo entre ambas partes y paulatinamente se recorta la posibilidad de alcanzar una solución consensuada. Además el foco de atención que está acaparando esta circunstancia impide que la sociedad catalana se centre en superar la profunda crisis económica y de valores que padece. Casualmente al actual nivel de crispación se ha llegado después de que el Tribunal Constitucional tumbara la reforma del Estatut y de que Madrid desoyera cualquier propuesta de corregir el concierto económico. Si uno repasa la reciente historia de España se da cuenta que los mayores decibelios de convulsión se logran casualmente cuando en Madrid gobiernan determinadas siglas.

Personalmente la única solución pacífica que apreció dado el nivel de “ruido” que por ambas partes, en distinto grado, se ha ayudado a crear es la Consulta a los Ciudadanos sobre la Independencia de Cataluña. A fin de máximizar la legitimación de dicha consulta, no se debería interpelar únicamente a los ciudadanos catalanes.  
Un hipotética situación de secesión creo que provocaría que ambas partes salieran perjudicadas en un primer momento, pero no hay que obviar que Cataluña ha sido uno de los motores de España desde antes de la democracia y que la cultura y la lengua catalana no han sido respetadas desde España así como la cultura española ha sido minusvalorada por muchos catalanes.
A día de hoy, el nacionalismo catalán ha moderado su discurso y aventaja claramente al nacionalismo español en cuanto a empatía y respeto hacía su contraparte. 

Desgraciadamente tal vez Cataluña ya se ha ido, quizás desde hace unos meses. Puede que llegue a ser oficial en unos meses, en unos años o se reconduzca la situación. De cualquier modo, la sociedad catalana tendrá que discutir y tendrá ser informada de un modo riguroso y veraz sobre los pros y los contras de una decisión así. Habrá que analizar que se hace con la deuda pública y que proyecto de futuro socio político quieren los catalanes porque si siguen votando a las mismas siglas que les gobiernan actualmente, su  proceso de secesión en caso de llevarse a cabo tan sólo agravará su situación respecto al momento actual.

La clave, como he mencionado ya, está en que el discurso independentista se ha suavizado. A mediados de los noventa los que se proclamaban pro independentistas eran vistos por la opinión pública catalana como cuasi terroristas. Por aquel entonces, en Madrid gobernaban unas siglas cuyo nacionalismo español era claro pero jamás exacerbado. Progresivamente desde entonces ambas partes han ido trasladando sus posturas hasta llegar a permutarse a ojos de la opinión pública catalana y de cualquier simple observador mínimamente objetivo y aséptico.


Finalmente y pese a que desconozco cual serán los hechos en el futuro más próximo respecto a este asunto, si que observo posibilidades reales de que Cataluña alcance su independencia si la situación no se reconduce. Este argumento está fundamentado en el hecho de que por primera vez en la reciente historia mundial, es el estrato alto de una sociedad el que encabeza la corriente independentista, es decir aquellos que detentan el poder económico y político son los defensores de la cultura y la lengua que tradicionalmente ha sido dominada. Esto dota a este proceso de una singularidad única. Basta repasar ejemplos de actuales o recientes procesos similares como el vasco, el norirlandés, el escocés o el lapón para comprobar que esta circunstancia no se daba en ninguno de ellos. No obstante, el pueblo catalán debe ponderar con extrema exactitud las consecuencias de avanzar en un camino de muy difícil retorno.  

viernes, 21 de junio de 2013

Pasó diciembre de 2012 y el mundo no terminó. ¿O sí?

Decíamos ayer…., ya ha transcurrido algo más de medio año. En principio dejamos transcurrir un mes para comprobar que el mundo en contra de la profecía maya no llego a su fin, ¿o sí? El mundo sigue existiendo y por eso, tras algunas peticiones de varios incondicionales de este blog, hemos vuelto aunque el mundo si no ha acabado sí que ha cambiado y de qué manera.

La realidad es, como decía mi muy admirado Ortega y Gasset, “la existencia conjunta de un yo o subjetividad y su mundo. No hay el uno sin el otro. Yo no me doy cuenta de mí sino como dándome cuenta de objetos, de contorno. Yo no pienso si no pienso cosas –por tanto, al hallarme a mí hallo siempre frente a mí un mundo. Yo, en cuanto subjetividad y pensamiento, me encuentro como parte de un hecho cuya otra parte es el mundo. Por tanto, el dato radical e insofisticable no es mi existencia, no es yo existo, sino que es mi coexistencia con el mundo. Lo indubitable es una relación con dos términos inseparables: alguien que piensa, que se da cuenta y lo otro de que me doy cuenta”. La realidad por tanto, es dinámica, y subjetivamente objetiva. El mundo llega a su fin continuamente y se reinventa. Además, me atrevo a afirmar que el mundo, tal y como lo interpretaban la inmensa mayoría de nuestros congéneres a lo largo del S.XX llegó su fin en aquel mes de noviembre de 1989 con la caída del Muro de Berlín. (Las causas y consecuencias de este hecho histórico merecen una entrada propia en este blog que se realizará en un futuro próximo).
En consecuencia, basta ver unos cuantos hechos acaecidos en los últimos meses para verse de algún modo desbordado y concluir que la realidad es indudablemente otra. La Iglesia Católica tiene otro Sumo Pontífice. Sabemos que una inmensa minoría de ciclistas (Lance Armstrong entre ellos) recurría a sustancias potencialmente peligrosas para el organismo. Margaret Thatcher y Videla, máximos exponentes de un conflicto bélico que llegó a traspasar el plano meramente político para alcanzar otros ámbitos, como el deportivo, han fallecido e incluso sabemos ahora que algunos elementos de la celebración de la boda de la hija del Sr. Aznar los pagaron muy posiblemente un grupo de corruptos en agradecimiento a ciertos favores. Por no hablar de la espectral reaparición del susodicho o de los detalles más escabrosos del Sr. Urdangarín y sus socios “sin ánimo de lucro”.

Visto esta pequeña muestra de sucesos recientes,  no podemos sino concluir que vivimos tiempos convulsos, audaces como un cadillac sin frenos que diría Sabina. Esta actual etapa es claramente análoga a la “Etapa de Decadencia del Mundo Romano”, que dio paso a una sociedad germanizada y situó a Occidente en su nivel cultural más pobre. Al igual que entonces, parece que en la actual situación reinante, un sector menos conformista lucha por no caer en la uniformidad de un modelo militarista, mercantilista y globalizador impuesto por quienes desean erigir, amparados por un arbitrario y represivo mandato belicista, su tosco régimen basado en la idolatría a precarios héroes del mundo del deporte, de las finanzas o del espectáculo, (gladiadores, comerciantes y artistas en la Antigua Roma) reedición edulcorada de un neo absolutismo bajo la máxima de que se es alguien en la medida del volumen de su fuerza bruta, de su capital, o en el culto pagano a fórmulas instantáneas que satisfacen la urgencia humana por catarsis redentoras que acaban por convertir a los ciudadanos en tontos útiles, ignorantes deportivos al servicio del poder de contados lobbies cuyo único objetivo es el enriquecimiento y la manipulación a costa del bien común.
En lugar de revelarse, levantarse y luchar, el pueblo tiende a interiorizar su mala fortuna o su desgracia como un fracaso personal, no como una injusticia,  y decide adoptar el suicidio como vía de escape. El brutal mensaje capitalista ha llegado hasta el alma de la gente. Triunfadores y fracasados, que deberían de plantearse aquella máxima del gran Jorge Luis Borges, “en esta vida triunfamos y fracasamos bastante menos de lo que creemos”.
Mientras en la inmensa mayoría de la clase dirigente impera una “Generosidad Mafiosa¨ con familiares, amigos y compañeros; todo el entorno se enriquece, de mil corruptos se lucran decenas de miles de sus votantes,  de ahí se comprende la inquebrantable fidelidad y adhesión a la inmensa mayoría de lobbies (grupos de presión) y partidos políticos.
La cuestión a plantear es, ¿hasta cuándo aguantará el sistema sin implosionar  y transformarse  tras una gran catarsis?  ¿Qué sistema ocupará el lugar del actual capitalismo? ¿Se producirá un cambio radical como el que supuso el paso del feudalismo al capitalismo o simplemente se transformará como ha ido ocurriendo con el capitalismo desde su aparición?