La realidad es, como decía mi muy admirado Ortega
y Gasset, “la existencia conjunta de un yo o subjetividad y su mundo. No hay el
uno sin el otro. Yo no me doy cuenta de mí sino como dándome cuenta de objetos,
de contorno. Yo no pienso si no pienso cosas –por tanto, al hallarme a mí hallo
siempre frente a mí un mundo. Yo, en cuanto subjetividad y pensamiento, me
encuentro como parte de un hecho cuya otra parte es el mundo. Por tanto, el
dato radical e insofisticable no es mi existencia, no es yo existo, sino que es
mi coexistencia con el mundo. Lo indubitable es una relación con dos términos inseparables:
alguien que piensa, que se da cuenta y lo otro de que me doy cuenta”. La
realidad por tanto, es dinámica, y subjetivamente objetiva. El mundo llega a su
fin continuamente y se reinventa. Además, me atrevo a afirmar que el mundo, tal
y como lo interpretaban la inmensa mayoría de nuestros congéneres a lo largo
del S.XX llegó su fin en aquel mes de noviembre de 1989 con la caída del Muro
de Berlín. (Las causas y consecuencias de este hecho histórico merecen una
entrada propia en este blog que se realizará en un futuro próximo).
En consecuencia, basta ver unos cuantos hechos
acaecidos en los últimos meses para verse de algún modo desbordado y concluir
que la realidad es indudablemente otra. La Iglesia Católica tiene otro Sumo
Pontífice. Sabemos que una inmensa minoría de ciclistas (Lance Armstrong entre
ellos) recurría a sustancias potencialmente peligrosas para el organismo.
Margaret Thatcher y Videla, máximos exponentes de un conflicto bélico que llegó
a traspasar el plano meramente político para alcanzar otros ámbitos, como el
deportivo, han fallecido e incluso sabemos ahora que algunos elementos de la
celebración de la boda de la hija del Sr. Aznar los pagaron muy posiblemente un
grupo de corruptos en agradecimiento a ciertos favores. Por no hablar de la
espectral reaparición del susodicho o de los detalles más escabrosos del Sr.
Urdangarín y sus socios “sin ánimo de lucro”.
Visto esta pequeña muestra de sucesos
recientes, no podemos sino concluir que
vivimos tiempos convulsos, audaces como un cadillac sin frenos que diría Sabina. Esta actual
etapa es claramente análoga a la “Etapa de Decadencia del Mundo Romano”, que
dio paso a una sociedad germanizada y situó a Occidente en su nivel cultural
más pobre. Al igual que entonces, parece que en la actual situación reinante,
un sector menos conformista lucha por no caer en la uniformidad de un modelo
militarista, mercantilista y globalizador impuesto por quienes desean erigir,
amparados por un arbitrario y represivo mandato belicista, su tosco régimen
basado en la idolatría a precarios héroes del mundo del deporte, de las
finanzas o del espectáculo, (gladiadores, comerciantes y artistas en la Antigua
Roma) reedición edulcorada de un neo absolutismo bajo la máxima de que se es
alguien en la medida del volumen de su fuerza bruta, de su capital, o en el
culto pagano a fórmulas instantáneas que satisfacen la urgencia humana por
catarsis redentoras que acaban por convertir a los ciudadanos en tontos útiles,
ignorantes deportivos al servicio del poder de contados lobbies cuyo único
objetivo es el enriquecimiento y la manipulación a costa del bien común.
En lugar de revelarse, levantarse y luchar, el
pueblo tiende a interiorizar su mala fortuna o su desgracia como un fracaso
personal, no como una injusticia, y
decide adoptar el suicidio como vía de escape. El brutal mensaje capitalista ha
llegado hasta el alma de la gente. Triunfadores y fracasados, que deberían de
plantearse aquella máxima del gran Jorge Luis Borges, “en esta vida triunfamos
y fracasamos bastante menos de lo que creemos”.
Mientras en la inmensa mayoría de la clase
dirigente impera una “Generosidad Mafiosa¨ con familiares, amigos y compañeros;
todo el entorno se enriquece, de mil corruptos se lucran decenas de miles de
sus votantes, de ahí se comprende la
inquebrantable fidelidad y adhesión a la inmensa mayoría de lobbies (grupos de
presión) y partidos políticos.
La cuestión a plantear es, ¿hasta cuándo aguantará
el sistema sin implosionar y
transformarse tras una gran
catarsis? ¿Qué sistema ocupará el lugar
del actual capitalismo? ¿Se producirá un cambio radical como el que supuso el
paso del feudalismo al capitalismo o simplemente se transformará como ha ido
ocurriendo con el capitalismo desde su aparición?
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