viernes, 21 de junio de 2013

Pasó diciembre de 2012 y el mundo no terminó. ¿O sí?

Decíamos ayer…., ya ha transcurrido algo más de medio año. En principio dejamos transcurrir un mes para comprobar que el mundo en contra de la profecía maya no llego a su fin, ¿o sí? El mundo sigue existiendo y por eso, tras algunas peticiones de varios incondicionales de este blog, hemos vuelto aunque el mundo si no ha acabado sí que ha cambiado y de qué manera.

La realidad es, como decía mi muy admirado Ortega y Gasset, “la existencia conjunta de un yo o subjetividad y su mundo. No hay el uno sin el otro. Yo no me doy cuenta de mí sino como dándome cuenta de objetos, de contorno. Yo no pienso si no pienso cosas –por tanto, al hallarme a mí hallo siempre frente a mí un mundo. Yo, en cuanto subjetividad y pensamiento, me encuentro como parte de un hecho cuya otra parte es el mundo. Por tanto, el dato radical e insofisticable no es mi existencia, no es yo existo, sino que es mi coexistencia con el mundo. Lo indubitable es una relación con dos términos inseparables: alguien que piensa, que se da cuenta y lo otro de que me doy cuenta”. La realidad por tanto, es dinámica, y subjetivamente objetiva. El mundo llega a su fin continuamente y se reinventa. Además, me atrevo a afirmar que el mundo, tal y como lo interpretaban la inmensa mayoría de nuestros congéneres a lo largo del S.XX llegó su fin en aquel mes de noviembre de 1989 con la caída del Muro de Berlín. (Las causas y consecuencias de este hecho histórico merecen una entrada propia en este blog que se realizará en un futuro próximo).
En consecuencia, basta ver unos cuantos hechos acaecidos en los últimos meses para verse de algún modo desbordado y concluir que la realidad es indudablemente otra. La Iglesia Católica tiene otro Sumo Pontífice. Sabemos que una inmensa minoría de ciclistas (Lance Armstrong entre ellos) recurría a sustancias potencialmente peligrosas para el organismo. Margaret Thatcher y Videla, máximos exponentes de un conflicto bélico que llegó a traspasar el plano meramente político para alcanzar otros ámbitos, como el deportivo, han fallecido e incluso sabemos ahora que algunos elementos de la celebración de la boda de la hija del Sr. Aznar los pagaron muy posiblemente un grupo de corruptos en agradecimiento a ciertos favores. Por no hablar de la espectral reaparición del susodicho o de los detalles más escabrosos del Sr. Urdangarín y sus socios “sin ánimo de lucro”.

Visto esta pequeña muestra de sucesos recientes,  no podemos sino concluir que vivimos tiempos convulsos, audaces como un cadillac sin frenos que diría Sabina. Esta actual etapa es claramente análoga a la “Etapa de Decadencia del Mundo Romano”, que dio paso a una sociedad germanizada y situó a Occidente en su nivel cultural más pobre. Al igual que entonces, parece que en la actual situación reinante, un sector menos conformista lucha por no caer en la uniformidad de un modelo militarista, mercantilista y globalizador impuesto por quienes desean erigir, amparados por un arbitrario y represivo mandato belicista, su tosco régimen basado en la idolatría a precarios héroes del mundo del deporte, de las finanzas o del espectáculo, (gladiadores, comerciantes y artistas en la Antigua Roma) reedición edulcorada de un neo absolutismo bajo la máxima de que se es alguien en la medida del volumen de su fuerza bruta, de su capital, o en el culto pagano a fórmulas instantáneas que satisfacen la urgencia humana por catarsis redentoras que acaban por convertir a los ciudadanos en tontos útiles, ignorantes deportivos al servicio del poder de contados lobbies cuyo único objetivo es el enriquecimiento y la manipulación a costa del bien común.
En lugar de revelarse, levantarse y luchar, el pueblo tiende a interiorizar su mala fortuna o su desgracia como un fracaso personal, no como una injusticia,  y decide adoptar el suicidio como vía de escape. El brutal mensaje capitalista ha llegado hasta el alma de la gente. Triunfadores y fracasados, que deberían de plantearse aquella máxima del gran Jorge Luis Borges, “en esta vida triunfamos y fracasamos bastante menos de lo que creemos”.
Mientras en la inmensa mayoría de la clase dirigente impera una “Generosidad Mafiosa¨ con familiares, amigos y compañeros; todo el entorno se enriquece, de mil corruptos se lucran decenas de miles de sus votantes,  de ahí se comprende la inquebrantable fidelidad y adhesión a la inmensa mayoría de lobbies (grupos de presión) y partidos políticos.
La cuestión a plantear es, ¿hasta cuándo aguantará el sistema sin implosionar  y transformarse  tras una gran catarsis?  ¿Qué sistema ocupará el lugar del actual capitalismo? ¿Se producirá un cambio radical como el que supuso el paso del feudalismo al capitalismo o simplemente se transformará como ha ido ocurriendo con el capitalismo desde su aparición?                                

 



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